UNA APROXIMACIÓN AL DESARROLLO SOCIOCULTURAL DE HUARAZ

Félix Julca Guerrero 1, Laura Nivin Vargas1

1Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, Huaraz, Perú.

Correspondencia:

Félix Julca Guerrero
fjulca@unasam.edu.pe
Fecha de recepción: 24/05/2020 - Fecha de aceptación: 24/06/20290

Resumen

Este artículo presenta una aproximación al desarrollo sociocultural de Huaraz (Áncash, Perú). El propósito principal fue identificar y describir las características socioculturales en el proceso evolutivo de Huaraz. Para dicho fin se planteó una investigación descriptiva y documental que posibilitó contar con información valiosa a través de la pesquisa de la literatura especializada y los datos empíricos obtenidos en el trabajo de campo. Entre los hallazgos más importantes destacan que, Huaraz de hoy es una ciudad andina cosmopolita que presenta un rostro sociocultural múltiple donde se dan un sinfín de interrelaciones interculturales. La antigua fisonomía de Huaraz, pueblo tradicional, quechuahablante donde se distinguía la ruralidad y la urbanidad, hoy ha devenido en una ciudad híbrida, mixtificada, mestiza donde lo tradicional y lo moderno, lo rural y lo urbano, lo quechua y lo castellano se confunden formando un continuum.

Palabras Claves:

Desarrollo sociocultural, tradición y modernidad, mestizaje cultural, bilingüismo quechua y castellano

Introducción

El presente trabajo describe y analiza el panorama sociocultural de la ciudad de Huaraz (Áncash, Perú). Huaraz, capital del departamento de Áncash, se encuentra ubicada en la zona andina, en la parte sur del Callejón de Huaylas, y cuenta con una población de 163, 936 habitantes (INEI, 2018). Esta ciudad andina, a lo largo de su historia, ha sido escenario de acontecimientos trascendentales en la vida local, regional y nacional. Como consecuencia de ello, actualmente, Huaraz se presenta como una ciudad capitalina andina cosmopolita con un rostro sociocultural y lingüística múltiple donde conjugan la tradición y la modernidad, la ruralidad y la urbanidad, el quechua y el castellano; es decir, se evidencia un continuum sociocultural y lingüístico.

En este marco, se realiza una breve caracterización sociocultural de Huaraz de ayer y hoy a partir de la revisión de la literatura especializada y datos empíricos propios. Entre las que destacan Espinoza (1978), Gonzáles (1992), Reina (1992), Alba (1996), Kapsoli y Ocaña (2015), Villari (2016), Julca (1995, 2005, 2009, 2010, 2020), Julca y Julca (2016), Julca y Nivin (2019, 2020), Barrón y Zubieta (2020), Yauri (1972, 1989, 1993, 2014, 2020). Para una mejor comprensión, primero se aborda el Huaraz a través de la historia que comprende desde sus orígenes hasta la década de 1970 y; luego, el Huaraz de hoy, una ciudad con un rostro sociocultural múltiple que abarca desde la década de los 1970 hasta nuestros días. Es decir, se toma como punto divisorio del tiempo, el año de 1970 debido a que en este año ocurrió el fatídico terremoto que acabó con la vida de miles de personas y la destrucción de la ciudad y como tal marcó un antes (tradición andina), un durante (tiempos de emigración y migración) y un después (modernidad andina) en la historia de la capital ancashina.

1. Huaraz a través de la historia

Etimológicamente, el nombre Huaraz proviene de la lengua milenaria quechua. De la raíz quechua wara deriva la palabra waraq1 que dio origen al nombre Huaraz o Huarás.2 En nuestros trabajos previos (Julca, 2014, 2020) señalamos que, etimológicamente, el término Huaraz (Waras) deriva de la voz quechua waraq compuesta por la raíz verbal wara–

1Las variantes ortográficas más comunes que remedan su pronunciación en la voz de los hispano hablantes son: Guaraz, Guaray, Guarax, Waras, Huarac, Huaractambo, Guarac Pampa, Huarás Pampa, Pampa Huaras, Huarás Tambo, San Sebastián de Huarás, Guarac Koillur, Haraz, Huarás y Huaraz (cf. Gonzales, 1992). Al respecto, Yauri (2020) señala que la variación escritural de nombres quechuas se debe al desconocimiento de esta lengua por los conquistadores, cuyos oídos no podían diferenciar los sonidos fonéticos.
2Teniendo en cuenta el uso popular, en este trabajo se utiliza, indistintamente, los términos Huaraz y Huarás, así como departamento de Áncash y región Áncash.

‘amanecer’ y el sufijo sustantivador agentivo –q ‘el amanecer’ o ‘el/la que amanece’ (cf. Gonzáles, 1992; Alba, 1996). Además, los pobladores prehispánicos de la zona habrían tenido como una de sus principales deidades a waraq quyllur ‘estrella del amanecer’ o ‘planeta Venus’, que es una de las estrellas que se podía apreciar mejor desde la antigua Waraspampa ‘llanura de Huaraz’ y actual ciudad de Huaraz. Al respecto, Alba (1996.) sostiene que, la religión era parte integral de la vida de los huarac (waraq) y que el ritmo de su historia estaba ligada a sus dioses (Estrella Venus) que gobernaban a las fuerzas de la naturaleza. Por lo tanto, la motivación lingüística del nombre Waras tiene su base en la religión y cosmovisión de la cultura andina (Julca, 2014, 2020, véase también Itier, 2013).
Huaraz, a lo largo de su historia, ha sido escenario de acontecimientos naturales y sociales trascendentales en la vida regional y nacional. Según Alba (1996), los inicios de Huaraz se remontan a 1,000 a 2,000 años ac. y la religión andina era parte integral de la vida de los primeros pobladores. Con relación al Huaraz prehispánico –Yauri (2020)– refiere que la información reunida por historiadores, arqueólogos y otros estudiosos hasta hoy aún no brinda datos de seria validez histórica. Sin embargo, de su vida pre-inca aún quedan algunos vestigios como el antiguo santuario de Pumakayan (templo adoratorio), Kanapun (edificio inca) y los restos arqueológicos de Wawllaq y Willkawayin. Así como, la lengua quechua, las prácticas socioculturales andinas bajo la concepción de la cultura andina han llegado hasta nuestros días y con cierto grado de vitalidad.

En la época de la conquista, la información escrita más antigua que se tiene sobre Huaraz es la proporcionada por el cronista Miguel de Estete, quien señala que el 23 de enero de 1533 el viajero Hernando Pizarro en su paso de Cajamarca a Pachacamac fue a comer a un pueblo grande llamado Guarax (Waras) cuyo jefe Pumacaxinay (Pumakayan) fue el anfitrión. Más tarde, en setiembre del mismo año, Francisco Pizarro después de la muerte de Atahualpa, en su viaje al Cuzco pasó por Guaray (Waras), (Gonzáles, 1992; Alba, 1996). En adición, Yauri (2020) afirma que los datos más certeros sobre los pueblos y habitantes de la zona llamada Huarás se encuentra en el documento de la Visita de los Repartimientos de Huarás (o Allawka waras) y Llaguarás (o Itsuq waras) de 1558. El documento es un informe tipo censo que fue útil para la administración, pero que no incluía datos culturales, lingüísticos, pues no les preocupaba a los conquistadores (Espinoza, 1978).

Más tarde, el Tambo de Huaraz (Waras Tampu) adquirió una gran importancia estratégica por estar ubicado en un amplio valle interandino y ser equidistante a las principales ciudades fundadas de Lima, Huánuco y Trujillo. Según Yauri (2020), el Tambo de Huarás habría sido Kanapun, edificio inca que por su dimensión y prestancia arquitectónica ofrecía ventaja y comodidad para la administración de los españoles. La fundación del pueblo de Huaraz se llevó a cabo el 20 de enero de 15741 con una calle divisoria entre las parcialidades de Ichoc Huarás (Itsuq Waras ‘lado izquierdo’) y Allauca Huarás (Allawqa Waras ‘lado derecho’), y con los auspicios del Patrón San Sebastián. Dicha fundación se realizó a semejanza de las ciudades españolas con sus calles rectas, su plaza rectangular, entre otros. En 1823, el pueblo de Huaraz fue elevado a la categoría de Ciudad por Ley del 18 de enero de 1823 con la denominación de la “Muy Generosa Ciudad de Huarás” y como

1Según Yauri (1993), dicho acto no habría sido fundación, sino un acto político que respondía a los intereses administrativos del virreinato.

capital del departamento de Áncash. Más tarde, en 1857 se constituye como la provincia de Huaraz (cf. Ramírez 1970; Gonzáles 1992; Alba 1996).

En el siglo XIX, –dice Julca (1995, 2000b, 2020)– los indígenas huaracinos, víctimas del gamonalismo republicano, se levantaron muchas veces y tantas veces cayeron por las balas de los gendarmes. De esta manera, Huaraz ha sido escenario de acontecimientos sociohistóricos trascendentales, entre los que destaca como el más importante el Movimiento Campesino de 1885, también llamado Rebelión Campesina de Pedro Pablo Atusparia y Pedro Cochachin o Revolución Campesina de 1885 (Alba, 1985; Salazar, 2019). Este movimiento revolucionario contra la injusticia social cometido por el grupo de poder de entonces, fue liderado por el alcalde pedáneo de Marián Pedro Pablo Atusparia y estalló el 3 de marzo de 1885 en la ciudad de Huaraz y luego se extendió por todo el Callejón de Huaylas llegando hasta la costa norte del departamento. En dicho proceso, se adhirió el líder campesino de Ataquero, Carhuaz, Pedro Cochachin más conocido como Uchku Pedro, quién tomó un rol protagónico radical y muy singular (Colchado, 1985; Yauri, 1989). Los indígenas se sublevaron a causa de la injusticia que cometían las autoridades políticas, policiales y eclesiásticas (Alba, 1996; Julca 1995, 2000b).

A lo largo del siglo XX, Huaraz también ha sido testigo de diversos hechos propinados por las furias de la naturaleza. Así, en el año de 1941 la ciudad fue arrasada y reducida a lodo y piedras por un trágico aluvión (Ramírez 1970; Minam, 2014). En las siguientes décadas, Huaraz se alzó como una ciudad próspera con características andinas propias del mundo andino de entonces. Las casas eran de adobe y tejas, calles estrechas empedradas; los pobladores eran bilingües en quechua y castellano, la identidad huaracina estaba más asociada a los andino tradicional y conservador (Gonzáles, 1992). Al respecto, Yauri (2014) refiere que, en las décadas de los ‘60 y ‘70, la ciudad de Huaraz manteniendo su imagen en cuadrícula empezó a expandirse, iniciándose así el proceso de urbanización de las campiñas aledañas. Las calles llevaban nombres de animales o de fenómenos naturales y algunas de ellas eran nombradas en quechua como Pukyu Kaalli ‘La calle del manantial’. En 1970 había dos calles con nombres de libertadores, pero la población las llamaba en quechuas traduciendo sus características físicas: el Jr. Bolívar era denominado Kichki Kaalli ‘calle estrecha’ y; el Jr. Sucre, Hatun Kaalli ‘calle grande’. La ciudad progresivamente empezó a modernizarse por la inquietud industrializadora de sus autoridades, pero con un gran componente de identidad cultural andina por la estrecha relación entre el campo y la ciudad, el quechua y el castellano, lo tradicional y lo moderno (Julca, 2020).

Según Álvarez (1989) se registraban las prácticas agrícolas y curativas andinas tradicionales, así como los usos y costumbres con un amplísimo repertorio folklórico. Por un lado, los hombres del campo sabían cuáles eran los meses de siembra, de desyerbe, de riego y de cosecha. No solamente conocían los fenómenos del tiempo, sino además las fases de la luna y su influencia en el cultivo de la tierra. Asimismo, el sistema de cuidado de salud está basado en la medicina tradicional con uso de las plantas medicinales, grasas de animales y ritos especiales de curación como en la shuqma, pacha waklli, piqa kichay, tullu kutitsiy, wamra yuritsiy, entre otras. Por otro lado, la música, la vestimenta, el ritmo y la corografía presentaban una gran variedad, presenciándose las influencias autóctonas y foráneas, en una mezcla llena de colorido y de encanto. Muchos eran los grupos y comparsas que danzaban, cantaban y lucían trajes multicolores sobre todo en las fiestas

patronales. Sobresalían las danzas tradicionales, tales como: shachash, huanquillas, antihuanquillas, atahaualpas, etcétera. La música era entonada al son de las cajas, flautas, chiscas, roncadoras. En adición, además de todo lo señalado, el encanto de Huaraz radicaba también en la riqueza paisajística rodeada de nevados, lagunas y ríos, entre las Cordilleras Negra y Blanca.

La población huaracina era, mayoritariamente, quechuahablante. Los pobladores de las zonas rurales eran quechuahablantes y con un alto nivel de monolingüismo en esta lengua, principalmente, la población adulta, femenina y con bajo nivel de instrucción escolar (Julca, 2009a, c). Asimismo, los pobladores de la zona urbana, además de hablar castellano sabían quechua y usaban para comunicarse con los campesinos quechuahablantes. La presencia del quechua también se ha registrado en topónimos y antropónimos (véase Chávez, 2003). Los nombres geográficos eran mayoritariamente quechuas; por ejemplo, los nombres de los barrios (Warupampa, Nikrupampa, Ranra, Aquvichay, Qasqa pampa, Pumakayan, Challwa), calles (Kichki kaalli, Hatun kaalli, pukyu kaalli), parajes (Aya hamanan, Mulinu pampa), ríos (hatun mayu o awkis mayu, qillqay mayu, awki mayu, parya mayu). También era común los antropónimos quechuas Wallpa, Llanki, Rurush, Lliqllish, Waman, Qishpi, entre otros. Cabe señalar que algunos de estos nombres quechuas con ciertas modificaciones aún permanecen hasta nuestros días, aunque algunos nombres como Kichki kaalli, Hatun kaalli, Pukyu kaalli desaparecieron con la destrucción de la ciudad en el terremoto de 1970.

El humor andino quechua ha sido otro de los componentes del Huaraz antiguo e, incluso, sigue vigente en la actualidad. Por ejemplo, existían sobrenombres cargados de mucho humor, Tuqush Pedru ‘hombre Pedro apestoso’, Kuchi Malli ‘La libertina María’, Rupa Shooshi ‘hombre Zósimo que quema o se pone colorado por efecto de algo’, Wishtu Pancho ‘hombre Francisco cojo’. También, había insultos cargados de humor y metáfora que orientaban la carga emocional a la obtención de gozo mediante la comparación. Por ejemplo, yana siki ‘persona con trasero negro’, liqtiti ‘persona delicada’, rani kunka ‘persona con cuello largo’, nawirona ‘mujer ojona’, tsampa piqa ‘persona con cabello despeinado’, kashpi chanka ‘mujer de piernas flacas’, shapinku ‘diablillo’, entre tantos otros (Véase también Rosales, 1994). Finalmente, la generalidad de los huaracinos, además de sus nombres de pila castellano, tenían nombres de cariño en quechua (hipocorísticos) con lo que expresaban mayor cariño, afecto y ternura a su interlocutor acorde a las características linguoculturales quechua andinos: Shuushi (Zósimo), Makshi (Máximo, Maximiliano), Llupi (Rubén, Roberto), Shatu (Saturnino), Malli (María), Mallka (Margarita), Isha (Isabel), (Julca, 2006; Julca y Nivin, 2020 en prensa). Asimismo, las letras de los huaynos están cargados de mucho humor, compuestos con una sonoridad y belleza incomparables porque las palabras quechuas registran posibilidades polisémicas amplias, además de la flexibilidad que le da el uso de los sufijos en la construcción de metáforas, comparaciones y toda clase de figuras literarias (Julca y Smith, 2005; Julca y Nivin, 2019). En suma, el Huaraz antiguo tenía un gran componente de identidad cultural andina por la estrecha relación entre el campo y la ciudad, entre el quechua y el castellano y la relación entre lo tradicional y lo moderno.

2. El Huaraz actual, una ciudad con muchos rostros

En el último medio siglo, Huaraz ha experimentado cambios sin precedentes. Primero en la década de los ‘70 con el fatídico terremoto se posibilitó, por un lado, la emigración de las dos terceras partes de la población sobreviviente hacia otras ciudades de la costa y; por el otro lado, la migración de gente foránea de otras provincias y de otros departamentos hacia Huaraz. Segundo; desde fines de la década de los ’90 con la llegada de dos megaempresas mineras Barrick y Antamina se acrecentó la migración hacia Huaraz ya no solo desde las provincias ancashinas y de otros departamentos, sino también desde otros países. Hecho que ha generado mayor movimiento comercial, mayor delincuencia, así como también corrupción y, paradójicamente, también mayor pobreza de gran sector de la población.

2.1. Las décadas de los ’70, ’80 e inicios de los ‘90

El 31 de mayo de 1970, la ciudad de Huaraz y otros pueblos de Áncash fueron destruidos y enlutados por el fatídico terremoto que sembró terror, muerte y destrucción. El resultado fue más de 75 mil muertos y 150 mil heridos, así como 600 mil damnificados (El Comercio, 2019). Por un lado, alrededor del 75% de los sobrevivientes, por haberlo perdido todo, empezaron a emigrar a Lima, Trujillo y otros lugares del Perú porque veían remotas sus posibilidades de sobrevivencia. Por otro lado, Huaraz empezó a recibir, más que nunca, migrantes procedentes de las diferentes provincias de Áncash, así como de otras regiones del Perú y; por supuesto, también de las zonas rurales de la misma provincia. De esta manera, Huaraz empezó a repoblarse con gente foránea que le dio un nuevo cariz y transformó su rostro sociocultural y lingüístico de antaño. Por ello, Gonzáles (1992) añorando al Huaraz antiguo, caracteriza al nuevo Huaraz como “una ciudad sin rostro” repoblado con comerciantes migrantes iletrados, gente con otras tradiciones culturales y lingüísticas. Así, desde los ’70, las relaciones con las ciudades de la costa y sierra se intensificaron y transformaron definitivamente el espectro social, económico, político y cultural de Huaraz convirtiéndolo en una ciudad andina cosmopolita con una composición sociocultural muy variada en la que se dan un sinfín de relaciones interculturales (Julca, 2000a, b).

Después de la tragedia vino la reconstrucción de Huaraz. Dicho proceso se inició durante el gobierno de la junta militar, primero con Juan Velasco Alvarado y, posteriormente, con Francisco Morales Bermúdez. Según Palma (2015) esta labor “no respetó la cosmovisión andina de los habitantes quienes se sienten extraños en su propia tierra porque la nueva ciudad se erigió con modelos totalmente ajenos y exóticos a la ciudad antes del terremoto”. Sin embargo, los elementos culturales quechua andinos han estado presentes expresa o implícitamente en un nuevo escenario social citadino. En ese marco, la antigua y tradicional división linguocultural, demográfica y territorial entre la zona rural y la ciudad cambió completamente como consecuencia del gran movimiento migratorio interno iniciado después del fatídico terremoto de 1970.

Entonces a partir de los ‘70, los pequeños pueblos de las zonas rurales del entorno sufren el abandono y en la ciudad se observa el crecimiento sociodemográfico y territorial y, con ello, también la informalidad. De esta manera, Huaraz experimenta el desborde popular al igual que las grandes urbes de la región y otras ciudades del país. En concepto de Kapsoli, Huaraz se habría chimbotizado. Por su parte, Gonzáles (1992) observa que la población huaracina en los ‘80 en un 80% procedía de la zona rural campesina. Los emigrantes del campo dejan su residencia habitual motivados por la búsqueda de mejores oportunidades de

trabajo y vida. Estos migrantes se han instalado en la zona periférica (que eran solo chacras de cultivo y pastoreo) y la han convertido en nuevas zonas urbano populares como Shancayán, Nueva Florida, Acovichay, Bella Vista, Los Olivos, Tacllán, Challhua, entre otras. En este contexto, la mayoría de ellos continúan ligados por una serie de vínculos culturales (vestimenta, comida, lengua y costumbres de diversa índole) que los identifican con su lugar de procedencia (Julca 2000a, b; 2020).

En esta época surgen grandes compositores y canta-autores del huayno ancashino, una manifestación tradicional andina en la que se combinan poemas populares quechuas y la música tradicional rural (Julca, 2009b; Julca y Julca, 2016). Las letras de los huaynos ancashinos tradicionales están compuestas, mayormente, en quechua, quechua y castellano y muy pocos solo en castellano. Los huaynos transmiten las actividades y vivencias de los hombres y mujeres del Ande con una elaboración literaria de belleza y complejidad incomparables (Julca y Nivin, 2019). Rosales (1991) sostiene que a partir de los ’70 con la migración del campo a la ciudad, el huayno ha invadido irreverentemente plazas, calles, bares, salones, peñas folclóricas y concentraciones ceremoniales en la ciudad. Por su parte, Julca y Smith (2005) sostienen que el huayno, también ha sido adoptado por los mestizos e hispanohablantes de las zonas urbanas no solo de Huaraz, sino también de las otras ciudades andinas y también de la costa. Entre los canta-autores más reconocidos tenemos a María Alvarado Trujillo (Pastorita Huaracina), Angélica Harada Vásquez (Princesita de Yungay), Leoncio Giraldo Gamarra (El Gorrión Andino); asimismo, destacaron los conjuntos musicales Atusparia, Lira Andina, entre otros. En Huaraz y todo Áncash, el huayno ha llegado a constituirse en un referente cultural, que además de ser un juego artístico, poético y musical, involucra todo un pensamiento y una forma de vida (Julca y Nivin, 2019).
Asimismo, en la década de los ’70, la población huaracina intensificó la lucha por una universidad pública. Después de muchas marchas de sacrificio hacia la ciudad de Lima, movilizaciones y tantas manifestaciones populares multitudinarias. Por fin, el 24 de mayo de 1977 atendiendo el clamor de la población, el presidente del Perú, General Francisco Morales Bemúdez Cerruti cumpliendo con su promesa hecha en la Plaza de Armas de Huaraz promulgó el Decreto Ley N° 21856 creando la Universidad de Áncash Santiago Antúnez de Mayolo y encargando al Consejo Nacional de la Universidad peruana nombrar una comisión organizadora. El 10 de junio de 1977 se nombró a dicha comisión presidida por el Dr. Francisco Carranza Saravia. Luego, el 22 de agosto de 1978 se iniciaron las actividades académicas atendiendo a 150 estudiantes en carreras de ingeniería (véase Yauri, 1972). Probablemente, aparte del terremoto, la creación de la UNASAM fue uno de los hechos transcendentales de la década de los ‘70.

Finalmente, desde la perspectiva lingüística, es en la década de los ’70 que surgen los estudios pioneros del quechua de Huaraz con bases científicas referentes a los aspectos léxicos, fonológicos y gramaticales. Asimismo, se empieza a escribir y publicar relatos, cuentos e historias locales y regionales. Así aparecen los trabajos de Santiago Pantoja conjuntamente con Germán Swisshelm: Un análisis detallado de la fonología del quechua de Huaraz (1971), Un diccionario del quechua de Huaraz (1972), Los sufijos de derivación verbal en el quechua de Huaraz (1974). Luego vendrían otros trabajos descriptivos, dialectológicos, léxico-semánticos más integrales (Escribens y Proulx, 1971; Parker, 1971, 1976; Parker y Chávez, 1976; Carranza, 1977, 1979, 1993, 2003). Estos estudios presentan una descripción de la gramática del quechua ancashino en general y huaracino en particular; así como aspectos de la variación dialectal del quechua en los diferentes niveles de la lengua y se construye el panalfabeto para la escritura normalizada del quechua que fue aprobado mediante la Resolución Ministerial N° 1218-85-ED.

2.2. Huaraz en los inicios del nuevo milenio

La segunda gran transformación de la sociedad huaracina se da a partir de los últimos años de la década de los ‘90 y los inicios de los 2000 con la llegada de las dos megaempresas mineras Barrick y Antamina, así como con los efectos de la modernización, el desarrollo tecnológico, la globalización y el turismo (Villari, 2016). La transformación sociocultural de Huaraz iniciada en los ’70 y ‘80 se intensifica a partir de fines de los ’90. En definitiva, Huaraz se constituye como una ciudad totalmente nueva, no solo porque no conserva el diseño tradicional de las décadas anteriores, sino porque social, económica, lingüística y culturalmente es diferente. Al respecto, Yauri (2014) dice:

En la actualidad [Huaraz] es una urbe andina con problemas muy complejos; alcanzada por la modernidad, presionada por la informalidad y el desborde popular, por la migración permanente y otros fenómenos, se ha convertido en un espacio donde hay grupos sociales de muy diversa composición. En una palabra, el Huarás actual es una ciudad andina híbrida, semirural, semiurbana, donde campea la informalidad, la indiferencia ante los problemas, el desorden; punto de llegada y de tránsito de turistas de origen y condición sociocultural heterogénea, de los que predominan los de mediano nivel (pp. 77-78).

En efecto, como refieren Julca (2000a, 2009b, 2010, 2020) y Yauri (2014), en el Huaraz de hoy como en el resto de las ciudades del Callejón de Huaylas se observa, procesos paralelos, por un lado, la ruralización de las ciudades y, por el otro, la urbanización del campo y, en ello, la cholificación de la cultura, la biculturalidad, la castellanización del quechua, la quechuización del castellano; la bilingüización territorial; es decir, la hibridez linguocultural y social. En este marco, ahora se observa, los nuevos campesinos citadinos imbuidos de una aguda ambición emergente, de modo que ellos son ahora las autoridades, funcionarios, catedráticos, burócratas, empresarios y comerciantes. Las fronteras culturales y lingüísticas entre la ruralidad y la urbanidad ya no son rígidas ni fijas como en antaño, sino muy borrosas dado que, la ruralidad está presente en la ciudad y la urbanidad también está en las zonas rurales. En términos de Rosaldo (1989) se vive un permanente cruce de fronteras territoriales, socioeconómicas, culturales y lingüísticas y, en términos de Julca (2009b) y Villari (2016) se trata de un continuum sociocultural y lingüístico en ambas direcciones.

El gran crecimiento demográfico de la ciudad de Huaraz posibilitó también la llegada y apertura de sucursales de diferentes universidades tanto públicas como privadas para atender a estudiantes de pregrado y posgrado. Las principales universidades que se instauraron fueron la Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote (ULADECH), Universidad San Pedro (USP), Universidad Alas Peruanas, Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Universidad Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Educación Nacional de Educación ‘Enrique Guzmán y Valle – La Cantuta y, últimamente, la Universidad César Vallejo (UCV). Estas universidades, principalmente, las privadas empezaron a crecer rápidamente captando a los estudiantes, principalmente de las

clases populares y migrantes, que no alcanzaban ingresar a la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM). La formación profesional en muchas de ellas no era de calidad, por lo que, con el proceso de licenciamiento de los últimos años, muchas sucursales han desaparecido, así como también algunas universidades han dejado de funcionar por no haber logrado el licenciamiento, quedando a la fecha solo tres universidades, la UNASAM, la UCV y la ULADECH que aún sigue en proceso de licenciamiento. De las tres universidades solo la UNASAM tiene un programa de inclusión social y cultural de estudiantes procedentes de las comunidades campesinas, así como también la inclusión de la lengua y elementos de la cultura andina quechua en el currículo de estudios (véase Julca, 2010; Julca, Nivin y Poterico, 2019).

En el gran desborde popular que experimenta Huaraz, la ruralidad en la ciudad y la urbanidad en el campo es una de las características de la capital ancashina de hoy. Por una parte, aun cuando la ciudad tiene una configuración eminentemente moderna; sin embargo, en ella se observa la presencia de la lengua quechua, uso de hipocorísticos quechuizados, la música, danza, vestimenta, gastronomía, costumbres y tradiciones rural-andinas (Julca, 2009b; 2020; Julca y Nivin, 2019, 2020 en prensa). En este marco, a partir de los ’90 se iniciaron con la implementación de la educación intercultural bilingüe en algunas instituciones educativas de las zonas rurales de Huaraz, años después se crea la especialidad de Primaria y Educación Bilingüe Intercultural y el Diplomado en Educación Intercultural Bilingüe en la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo y, más tarde con la creación del Instituto Ancashino de Estudios Andinos (INADEA, bajo la dirección del autor de este artículo), se dinamizó e intensificó la promoción, fortalecimiento y desarrollo del quechua con investigaciones y publicaciones, cursos de enseñanza y eventos académicos (Julca, 2000a,b; 2005, 2009a,b,c, 2010a,b, 2016, 2019, 2020). Por ello, Espinoza (2011, p. 1), refiere “En nuestro Huaraz, nos complace mucho la labor que vienen desarrollando la Academia Regional de Quechua de Áncash2 ya tenemos docentes quechuahablantes que enseñan el quechua; ya menudean programas radiales en quechua, como voz y sentimiento indígena; predicamentos evangélicos en quechua, la difusión de huaynos con letras en quechua; y ya emergen lingüistas quechuahablantes, como los doctores Amancio Chávez, Félix Julca Guerrero y Francisco Carranza, que vienen publicando sus estudios relativos al quechua ancashino”.

En la emergente ciudad moderna de Huaraz, se evidencia la presencia de la lengua quechua en los diferentes de la vida en sociedad. Así, en los últimos años algunos intelectuales y dirigentes de organizaciones populares vienen retomando palabras quechuas como antropónimos para sus hijos: Illanina Villafán, Ayra Moreno, Shulya Brito, Tamya Norabuena, entre otros. Del mismo modo, algunos empresarios y comerciantes han empezado a retomar los vocablos quechuas para nombres de sus establecimientos comerciales: Hotel “Mishki Waraq”, Lavandería “Taqshay”, Chochería “La Tsuklla”, Restaurante “La Manka”. También el uso de los nombres de cariño quechuizados o hipocorísticos abarcan no solamente la comunicación afectiva a nivel familiar y amical,

2Habría que añadir el liderazgo de INADEA que, en alianza estratégica con la Dirección Desconcentrada de Cultura de Áncash (en la gestión del Dr. José A. Salazar), la UNASAM y la Academia Regional del Quechua, ha logrado la visibilización y desarrollo del quechua a nivel local, regional, nacional e, incluso, internacional. Así, como ha profundizado en los estudios lingüísticos y sociolingüísticos del quechua ancashino.

sino también en espacios formales como la academia. Por ejemplo, en la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, en la Facultad de Derecho en las diferentes interacciones comunicativas se suelen usar los hipocorísticos de forma quechua: Pulli (Florentino), Mañu (Manuel), Mooshi (Moisés), en la Facultad de Educación: Mashiiko (Macedonio), Ishaako (Isaac), Oshka (Oscar), Sheesha (César), etc. (Julca y Nivin, 2020 en prensa). Por su parte, en las zonas rurales de Huaraz, también se observa la presencia de elementos de la cultura citadina como la lengua castellana, la ropa, la moda, la televisión, el celular, entre otros. Así, lo rural y lo urbano se confunden constituyendo un complejo mosaico de interinfluencias socioeconómicas, culturales y lingüísticas.

La presencia de los elementos culturales rural-andinos en la ciudad también se manifiesta en la gastronomía. En los últimos años se han impulsado las ferias de gastronomía tradicional andina. Por ejemplo, se inició con las comidas típicas en el barrio de José Olaya los días domingos, posteriormente se han ido implementando en otros barrios como en el Milagro (Cascapama), Bulevar Pastorita Huaracina, entre otros. En estas ferias se expenden las comidas típicas como: el picante de cuy, picante de cushuro, llunka, puchero, pachamanca, humitas, chicha de jora, etcétera. Además, existen recreos turísticos y restaurantes con construcciones con estilo rural andino con materiales de piedra, tejas; así como, con ornamentos de plantas del campo como el quenual, el molle, la cantuta, entre otros. Estas plantas también aparecen en las plazas, parques y principales avenidas de la ciudad. Por consiguiente, la convivencia entre lo rural y urbano en la ciudad se da en la gastronomía, cultivo de las plantas ornamentales, estilos de construcciones de casas y establecimientos comerciales, entre otros.

La vigencia de la medicina tradicional andina en la ciudad es otro de los aspectos que caracteriza al Huaraz de hoy. Pues existen diferentes entendidos en el tratamiento de la salud a quienes les denominan curanderos, chamanes, hueseros, comadronas, curiosas, entre otros. En rigor, el tratamiento primario de la salud lo realizan ellos. Por ejemplo, los agentes encargados de prevenir, tratar y cuidad la salud ósea (luxaciones, esguinces, ladeaciones, torceduras y fracturas óseas) de las personas, familias y la comunidad en su conjunto son los hueseros (hampikuqkuna) o “terapeutas tradicionales”. Ellos utilizan masajes, friegas, emplastos e inmovilización de los miembros con entablillados, vendas según la gravedad. Cada huesero posee técnicas propias, cuyos fines terapéuticos con mayor o menor éxito respaldan la fama que han adquirido en su localidad. En todos los casos, de la medicina tradicional, el aprendizaje de la curación se basa en la transferencia de conocimientos de generaciones mayores a menores, en la observación directa o en la experimentación permanente. En muchos casos, la población huaracina, no solo los migrantes quechuahablantes, sino también los citadinos hispano hablantes e, incluso, gente con formación en salud, ante un problema de luxación, acuden en primera instancia ante los hueseros, por la efectividad de su tratamiento, costos bajos, atención rápida, atención en lengua propia (quechua o castellano o en ambas). En suma, la medicina tradicional en la ciudad de Huaraz junto y paralelo a la medicina académica moderna pervive y con cierta vitalidad dado que la población le da su legitimidad.

Asimismo, como efecto del movimiento migratorio en la ciudad de Huaraz, los migrantes de las diferentes provincias y distritos de Áncash, así como también de otras regiones del Perú se han organizado y han formado su organización de residentes. Dichos residentes

para seguir unidos con su lugar de origen han institucionalizado la realización de las fiestas patronales de su pueblo una semana antes o después, tal es el caso de los residentes huarinos, mercedinos, entre otros. En estas fiestas se pone en evidencia la práctica de la reciprocidad, el rantin, se trata de que los obsequiantes cuando llegan a ser mayordomo, el mayordomo pasante tiene que cumplir con devolver el obsequio que le dieron en forma voluntaria. Además, dichos residentes realizan actividades deportivas por distritos, barrios y, así comparten las costumbres y tradiciones de sus pueblos que incluye gastronomía, lengua y otros. En caso de los residentes de otros departamentos como de Cajamarca y Puno, participan en las festividades de los carnavales (cajamarquinos) y la fiesta de la virgen de La Candelaria (puneños) y cada vez más aumentan y tienen presencia en Huaraz.
En las interacciones comunicativas cotidianas se utiliza el castellano andino huaracino. Esta variedad del castellano tiene influencia del quechua en diferentes niveles de la lengua como en la pronunciación, el léxico, la gramática, así como también en aspectos suprasegmentales (‘De mi mamá su puerta está capchado’, ‘Mírale a ese Mili yanasita está viniendo’). Asimismo, el castellano ha influenciado en el quechua, principalmente en el nivel léxico (‘Aku kay kaminullapa (de camino)’, Mañuqa imatataq mirapaykan (de mirar)’). En muchos, a pesar de existir palabras en quechua como naani ‘camino’, rikay ‘mirar’, nuna ‘gente/ people’, los quechuahablantes prefieren usar palabras prestadas del castellano, incluso últimamente, ya se registra préstamos de algunas palabras del inglés en el habla quechua (‘ama ulipaymaytsu yaw. Okiy, okiy shamushaqmi’, ‘Aku fiestam shay atska piipolshi kanqa’), (Julca, 2005). Además, no solo se habla el quechua huaracino, sino también otras variedades del quechua ancashino, así como también variedades del quechua central, sureño y norteño.

Los usos lingüísticos híbridos o mixtos también se evidencian en el huayno ancashino también se observa las interinfluencias mutuas entre el castellano y el quechua. Además, se ha pasado gradualmente de las composiciones quechuas a composiciones bilingües en quechua y castellano y, últimamente, las letras del huayno moderno son mayormente en castellano, salvo algunas palabritas quechuas (Julca y Julca, 2016, Julca y Nivin, 2019). Asimismo, existe un nuevo género musical, el ‘huayno mote’, una especie de mixtificación o combinación de dos lenguas en las letras de las canciones que trata de reflejar el habla de Huaraz, un castellano quechuizado y un quechua castellanizado, es decir una variedad a la que podemos denominar incluso como el quechuañol y castiquechua (escúchese las canciones de Richard Colonia agrupación Turmayé). En todo ello se observa desde la perspectiva sociolingüística, el paso del monolingüismo al bilingüismo en quechua y castellano y, luego, al monolingüismo en el castellano.

Finalmente, también es importante puntualizar que la ciudad de Huaraz ha crecido territorialmente sin una base de planificación espacial donde cunde el desorden en muchos barrios y sectores urbano populares. El crecimiento demográfico y territorial también ha permitido el crecimiento de sus problemas sociales como el desorden y la informalidad, principalmente, que no han sido resueltos aún en las diferentes gestiones de las autoridades políticas del gobierno regional y local. Al respecto, Yauri (2013) dice: “Los problemas que la aquejan no han sido asumidos hasta hoy por ninguna administración, ni local, ni regional. En la mentalidad de este nuevo control del poder reinan la improvisación, la incompetencia y la ignorancia, materia de un profundo análisis social” (p. 78). Al listado realizado por Yauri habría que añadir otro de los grandes problemas de las últimas décadas, la corrupción

de las autoridades y funcionarios. Asimismo, Palma (2015) refiere que otro de los problemas generacionales irresueltos es el crecimiento y la identidad de la nueva ciudad, para ello se hace necesario conocer nuestra historia, puesto que “nadie ama lo que no conoce”. En suma, el Huaraz de ayer y de hoy son muy diferentes, se ha pasado de una ciudad andina tradicional a una ciudad andina cosmopolita moderna con identidades múltiples y problemas sociales in crescendo, configurándose como una ciudad con muchos rostros en lo socioeconómico, lo cultural y lo lingüístico.

Apuntes finales

A manera de conclusión podemos esbozar las siguientes ideas fuerza. En el proceso evolutivo de Huaraz, por un lado, se han perdido algunas costumbres, tradiciones y prácticas culturales; pero al mismo tiempo, también se han incorporado elementos culturales de otros grupos socioculturales; por lo que, se ha experimentado procesos de cambio, formas de apropiación y transformación, sincretismo e hibridación (García, 1995). Así es común observar una mixtura de elementos foráneos en las llamadas prácticas socioculturales tradicionales andinas huaracinas. Por consiguiente, la sociedad huaracina de antaño con un rostro sociocultural netamente andino ha pasado a ser una ciudad andina cosmopolita con muchos rostros en lo económico, lo social, lo cultural y lo lingüístico, donde se dan interinfluencias mutuas y que la ruralidad y la urbanidad se confunden en un continuum.

Actualmente, en Huaraz, así como en toda la región Áncash, ya no existe el campesino puro ni el blanco puro. La población es enteramente mestiza por la fusión de las razas. Asimismo, existe el bilingüismo, es decir la población conoce y habla el quechua junto con el castellano (Álvarez, 1989). En esta realidad, el sincretismo cultural permite la continuidad de la cultura andina quechua en la ciudad, pues es un proceso de apropiación que realizan los huaracinos para mantenerse en el tiempo (cf. Bonfil, 1994). Por consiguiente, los procesos de transformación en Huaraz permiten no una ruptura en el sentido de separación, sino una continuidad en el sentido de transformación y redefinición con procesos de fortalecimiento de Huaraz como ciudad y como pueblo (Julca, 2010b). Todo esto hace entender que la cultura es dinámica y cambiante, no estática ni pura como se podría imaginar desde la vertiente de los esencialistas. En esta perspectiva, también hay que entender a la lengua como un estamento dinámico y cambiante que se renueva, cambia por fuerzas internas de la lengua, así como por influencia de elementos externos (contacto cultural y lingüístico). Por ello, no podemos vivir el presente solo añorando la restauración del pasado, pues el pasado está en el pasado, hay que vivir el presente con las lecciones y aprendizajes del pasado y así proyectarnos al futuro.

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