Fuente: Banco Mundial.
Gráfico Nº 01
PBI Percápita de 10 países más pobres y 10 países más ricos del mundo
Vol. 1, Núm. 1, enero-diciembre 2020
Darío Vargas Arce
Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, Huaraz, Perú.
tvargasa@unasam.edu.pe
Fecha de recepción: 12/06/2020 - Fecha de aceptación: 15/11/2020
(E.Galeano)
El objeto del presente trabajo es discutir de manera breve el tema de la desigualdad, que abarca
diversos aspectos, como pueden ser la riqueza, los ingresos, las oportunidades, los servicios de
salud, educación entre otros. Pero en este caso, está centrado en la desigualdad económica. La
desigualdad nace en un momento de nuestra historia humana, y bajo ciertas condiciones
especiales. Hubo una época, donde la propiedad colectiva era el elemento esencial de la
sociedad. Esta situación cambió totalmente, cuando las culturas azteca, maya e inca sufrieron la
invasión europea-española, cuyas gentes se apropiaron de la totalidad de las tierras cultivables
y con ello impusieron el germen de la desigualdad. La desigualdad, ha sido analizada por
científicos sociales, dentro de ellos, economistas como Amartya Sen y John Rawls, David Ricardo,
Malthus, Kuznets, Marx y Thomas Piketti.
Este último concluye que la desigualdad es inherente al capitalismo, debido a que el rendimiento
del capital (r) es mayor al crecimiento del producto y del ingreso (g). La actual globalización
neoliberal está diseminando patrones de consumo que son en su mayor parte antiecológicos, están
haciendo declinar las tierras agrícolas fértiles, reducción de la pesca, aumentando la
deforestación, la escasez de agua, la desertificación y efecto invernadero. Y en este proceso ha
generado mayor desigualdad en el mundo. El PNUD, señala que, a fines del siglo XIX, la relación
entre el ingreso per cápita de los países más ricos con la de los países más pobres era de 11 a
1.
Desigualdad, Ingreso, Globalización
El concepto de desigualdad es complejo y multidimensional. El debate engloba aspectos teóricos, económicos, prácticos e incluso morales y existe evidencia empírica. La desigualdad abarca niveles de ingresos, de educación y de salud; se puede observar tanto dentro de las fronteras nacionales como entre diferentes países.
La preocupación por la distribución de la riqueza tiene viejos antecedentes en Platón, quien concluía que en la sociedad ideal la riqueza de la persona que más tiene no debía ser mayor que cuatro veces a la de la más pobre. Entonces hablamos de desigualdades económicas, desigualdad de oportunidades, desigualdades de clases sociales.
Es necesario señalar que la desigualdad nace en un momento de nuestra historia humana, y bajo ciertas condiciones especiales. Para los primeros homo sapiens que poblaron la tierra, no hubo desigualdad. El “capital” tomaba la forma de alimentos (agua, peces, frutas, animales, etc.) a su libre disposición.
Y cuando los homo sapiens pasaron a la tierra cultivable como la base de la agricultura y de la ganadería, ellas fueron de uso colectivo, y se practicó en las civilizaciones maya, azteca e inca, entre otras.
En estas culturas, la propiedad colectiva era el elemento esencial de la actividad económica y el resultado de la recolección, caza o producción volvía a todos sus integrantes. Es decir, no existían las grandes y descomunales desigualdades, tanto en “capital” como de “ingresos”, como existe en nuestros días. Entonces, en algún momento de la historia de la humanidad, se cambió el modelo de desarrollo socioeconómico.
En el caso de las culturas azteca, maya e inca, el cambio sucedió con la invasión española, quienes se apropiaron la totalidad de las tierras cultivables. De esta forma, el “capital”, es decir las tierras pasaron a ser propiedad de un reducidísimo número de personas. Y con ello un cambio radical en el tipo de reparto del resultado de la actividad económica. Esta relación de dominación consagró el paso de una propiedad colectiva hacia una propiedad individual. El paso de una repartición más o menos equitativa hacia otra, de repartición individualista, tanto de la producción, los ingresos, como del capital acumulado.
Hoy, en una economía de mercado, ese reparto individualista crea un mecanismo de succión del valor agregado. Es un engranaje que no es visible al ojo humano y se torna en inodoro e incoloro. Por ejemplo, cuando los minerales están en el subsuelo, pertenecen a todos los peruanos, y una vez extraído, es únicamente de ellos. Es por ese mecanismo, que casi la totalidad del valor agregado de los pueblos del mundo se concentra en poquísimas manos de los “países desarrollados”.
La desigualdad ha sido un tema recurrente de los científicos sociales; dentro de ellos, los economistas. Analizar los orígenes, su evolución y su solución, ha abarcado puntos de vista y políticas disímiles a lo largo de la historia económica. Amartya Sen y John Rawls analizan la pobreza desde un carácter ético normativo que proviene de la desigualdad, que les valió el Premio Nobel, sin duda, contribuyó a precisar las estadísticas para contabilizar a los pobres.
Esto ayudó a mejorar las técnicas de los Organismos Internacionales, como el BM, FAO, OMS o la CEPAL y otros que “luchan contra la pobreza”, a promover proyectos, programas y préstamos para la reducción de la pobreza. Y la pobreza persiste en cantidad suficiente como para no dejar sin empleo a buen número de burócratas y comisionistas de los fondos asistenciales.
David Ricardo precisa que a finales del siglo XVIII y principios del XIX era impresionante e incluso traumática la situación de la pobreza y desigualdad en Europa. La mayoría de los observadores de la época tenían una visión sombría y apocalíptica de la evolución a largo plazo de la distribución de la riqueza y de la estructura social.
Por ello, David Ricardo se plantea como objeto de estudio de la economía “estudiar las leyes que rigen la distribución de los productos de la tierra”.
Thomas Robert Malthus entendía que los pobres se multiplicaban presas del vicio y del instinto de reproducción, sin obstáculos y aún en condiciones de miseria, entre otras cosas por su irresponsabilidad. Malthus concluye que la población suele exceder las posibilidades reales de alimentación que ofrece la tierra por lo que la miseria estará siempre presente.
Este punto de vista mereció una respuesta contundente de Carlos Marx en el sentido de que la miseria no se debía a la escasez o falta de alimentos, sino más bien a la injusta distribución de la riqueza.
Simón Kuznets, a mediados de los años 50, planteó la hipótesis de que en las fases iniciales del crecimiento, la distribución del ingreso sería menos equitativa y sólo más tarde con mayor crecimiento se haría más equitativa. Kuznets desarrolló esta hipótesis en los años 50 y 60 al mismo tiempo en que el capitalismo gozó de sus "25 años dorados" (1947-1973) en los que el crecimiento rondó en el 4,5% anual. Las previsiones de Kuznets no se cumplieron porque la distribución se hizo cada vez más desigual. Carlos Marx, cuando publicó en 1867 el Tomo I de El capital, había una profunda evolución de la realidad económica y social; se trataba de entender la dinámica de un capitalismo en pleno desarrollo.
El suceso más destacado de la época era la miseria del proletariado industrial. Los obreros se apiñaban en cuchitriles, las jornadas de trabajo eran largas, con sueldos muy bajos. Se presentaba una nueva miseria urbana, más visible, más chocante y, en ciertos aspectos, peor que la miseria rural del antiguo régimen feudal.
Carlos Marx, para quien el objetivo de estudio de la economía era “poner al desnudo la ley económica del movimiento de la sociedad moderna”, comprendió el funcionamiento de la economía capitalista que conducía a la desigualdad.
Además, predijo que el desarrollo del capitalismo conduciría inexorablemente a la concentración del capital y a la desigualdad. A una inmensa acumulación de riqueza, por un lado, y una acumulación igual de pobreza y miseria en el otro extremo.
Thomas Piketty en el libro El capital en el siglo XXI (2014) como tesis principal sostiene que en los últimos 300 años la desigualdad se ha acrecentado en las economías capitalistas desarrolladas. Tras estudiar históricamente el comportamiento del ingreso y la riqueza de 20 países en 300 años, durante 15 años demuestra que la desigualdad ha aumentado en el mundo. Concluye que la desigualdad es inherente al funcionamiento del capitalismo.
El rendimiento del capital (r) es mayor al crecimiento del producto y del ingreso (g). Las ganancias del capital crecieron entre el 4 y el 5%, con impuestos mínimos, mientras que la economía crecía 1%.
Señala que, en la élite económica de Europa, el 1% de la población concentraba el 60% de la riqueza. Desde 1700 hasta el 2012, la producción real creció 1,6%, en tanto que el rendimiento del capital fue del 4 al 5%.
Según Lawrence Krause de la Universidad San Diego, el 50% del comercio mundial ya no es ejecutado por países, sino por 38 mil empresas transnacionales (EETT) y sus 250 mil subsidiarias, es un comercio intra-firma. Otro 30% tampoco, porque es comercio administrado y protegido por la UE, EEUU y el Japón. Sólo el 20% del comercio mundial queda irónicamente para los países pobres, que han liberalizado su comercio obligados por el ajuste del FMI y el BM.
Para la ONU, según el Consejo Económico y Social hay un pavoroso dato de que 852 millones de personas en el mundo están en situación de hambre y que sólo en África, perecieron 2,1 millones de niños en una siniestra combinación de falta de comida, SIDA, malaria y tuberculosis. De otro lado, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), batallaba por alimentar a 43 millones de hambrientos, el doble que diez años antes.
El reto del sistema capitalista es cómo dar trabajo a 700 millones de desempleados y sacar de la extrema pobreza a 1,600 millones y alrededor de 5 millones de pobres en la tierra. El PNUD, señala que a fines del siglo XIX la relación entre el ingreso per cápita de los países más ricos con la de los países más pobres era de 11 a 1. El informe del año 1998 nos decía que la relación era de 78 a 1. Hoy esa brecha indudablemente se ha ampliado.
PBI Percápita de 10 países más pobres y 10 países más ricos del mundo
Desde el año 1995 hasta 2014 hay un crecimiento desigual en el mundo; quienes más han crecido son los países agrupados en la OCDE; en segundo lugar, los países denominados ingreso medio alto; el crecimiento de los países pobres o en vías de desarrollo fue ínfimo.
Riqueza mundial creció un 66% entre 1995 y 2914
Según Pablo Bustelo, en América Latina y el Caribe hoy tenemos una sociedad dual, que se caracteriza por tener dos mundos en uno, dentro de la misma nación, bajo las mismas autoridades y la misma bandera.
La sociedad de América Latina es dual, como en su tiempo lo señalaron Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto en su Teoría de la Dependencia, pero ahora está evolucionando hacia una sociedad del apartheit, en que la línea divisoria no es entre negros y blancos, sino entre ricos y pobres. Esta sociedad dual es un gran freno para el cambio, hacia una sociedad más equitativa.
Los ricos de América Latina se han entregado a vivir con todo el lujo que les permite la reducción de aranceles, la liberalización del movimiento de capitales, el acceso a las nuevas tecnologías y el disfrute de los servicios financieros, de comunicaciones y de entretenimiento, que les prestan las empresas multinacionales del primer mundo con estándares de consumo habituales en el primer mundo.
Es decir, los ricos viven con los mejor de los servicios técnicos del Primer Mundo y con servicio doméstico del Tercer Mundo; los ricos de la sociedad dual se benefician realmente de lo mejor de los dos mundos. Entonces, ¿Por qué habrían de cambiar?, se pregunta Bustelo.
Durante los últimos 30 años, diferentes gobiernos aplicaron medidas desesperadas e incondicionales por integrarse al mercado mundial y para “no perder el tren” de la historia contemporánea. “Exportar o morir”, “El mercado mundial manda”, “Incorporémonos a la globalización”, “Compitamos en la aldea global” y similares slogans en que consideraron las políticas económicas y políticas estructurales desde la postcrisis de 1975, cuando las esperanzas se basaron en los mercados, fuentes de financiamiento, valores y disneylandias del norte.
Crecimiento porcentual del Producto Bruto Interno (PBI) de América Latina, 1950-1990.
De Rivero sostiene que a inicios del siglo XXI, la comunidad internacional está integrada en su mayor parte por proyectos nacionales no realizados, con economías inviables, es decir el No-desarrollo.
Después de 400 años del surgimiento del sistema capitalista, industrializado, y de más de 40 años de reinado del mito del desarrollo, la realidad demuestra que la regla es el no-desarrollo de más de 150 países, y que la excepción son los 4 Newly Industrialized Countries (NICS): Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong. Si analizamos con más detalle, durante casi toda la mitad del siglo XX, sólo se han podido desarrollar como países capitalistas modernos dos pequeños Estados-Naciones, Corea del Sur y Taiwán, y dos Ciudades-Estados, Singapur y Hong Kong, que solo representan el 2% de la población del "mundo en desarrollo". Hoy se piensa sólo en el crecimiento aritmético y los porcentajes del PBI, de las exportaciones, reservas internacionales netas (RIN) entre otros; pero no avanzamos en la lucha contra la pobreza y la extrema pobreza. Hoy afrontamos una deshumanización y el sálvese quien pueda. Por eso George A. Akerlof y Robert J. Shiller, premios Nobel y especialistas en economía conductual se preguntan ¿Por qué si esta época es quizás de las más avanzadas, las personas viven angustiadas por cuestiones económicas? Lo cierto es que en América Latina no nacen “tigres” y en Asia ya no se reproducen. Indonesia y Tailandia, considerados como "nuevos NICs asiáticos", están lejos de serlo.
Hoy, para desarrollarse, las naciones necesitan del conocimiento y de la información científico-tecnológica, dependen del número de científicos e ingenieros, de los gastos en Research and Development (investigación científico-tecnológica) y de la producción de software.
Los países subdesarrollados, que constituyen el 75% de la humanidad (4,880 millones de habitantes), disponen sólo del 7% del total mundial de científicos e ingenieros, y destinan menos del 2% de la inversión mundial en Research and Development y sólo producen el 3% del software. ¿Serà posible nuestro desarrollo en esas condiciones?
Por otro lado, la mitad de este irrisorio arsenal científico-tecnológico (7%), se encuentra concentrado en un puñado de países como Singapur, Hong Kong, Malasia, Taiwán, China, India, y en Brasil. Todos los demás estamos en la más completa desolación científico-tecnológica.
La innovación de masas ha convertido a China en un gigantesco laboratorio de las tecnologías más avanzadas, ante todo la “inteligencia artificial”. El comercio por Internet (Alibaba) era 1% del total mundial en 2005, y trepó a 42,4% en 2017; y el sistema de pagos digitalizado cubría 25% de los usuarios en 2013, y ahora abarca a 68%.
Entonces necesitamos mirar a la forma cómo se distribuya la riqueza generada por la humanidad y por los trabajadores, una distribución del ingreso, totalmente asimétrica y favorable a los países ricos y al interior de los países a una cada vez minoritaria población. ¿Por qué los países de Latinoamérica no pudieron desarrollarse? ¿Y por qué África tampoco? ¿Y por qué los países periféricos somos los históricamente colonizados? ¿Acaso los africanos y los latinoamericanos tenemos un gen que nos hace más estúpidos?
Tampoco responde a que al otro lado haya seres superiores y civilizados que hacen posible el desarrollo del que carecemos.
La desigualdad nace en un momento de nuestra historia humana y bajo ciertas condiciones especiales. Hubo una época en que la propiedad colectiva era el elemento esencial de la actividad económica y el resultado de la producción volvía a todos los integrantes de la colectividad en términos más o menos igualitarios.
En algún momento de la historia de la humanidad se cambió el modelo de desarrollo socioeconómico. Y en el caso de la cultura azteca, maya e inca, sucumbieron con la invasión europea-española, cuyas gentes se apropiaron la totalidad de las tierras cultivables y con ello impusieron el germen de la desigualdad.
El capitalismo es un sistema económico que reproduce la desigualdad como condición sine qua non de su existencia y conduce inexorablemente a la concentración del capital. A una inmensa acumulación de riqueza, por un lado, y a una generación igual de pobreza, miseria y trabajo insoportable en el otro extremo del espectro social.
La actual orientación económica de la globalización neoliberal está diseminando patrones de consumo que son en su mayor parte antiecológicos: están haciendo declinar las tierras agrícolas fértiles, reducen la pesca y aumenta la deforestación, la escasez de agua, la desertificación y efecto invernadero.
Jiménez, F. (2017). Veinticinco años de modernización neoliberal, crítica de las políticas neoliberales en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Piketty, T. (2014). El Capital en el siglo XXI. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Rivero de, O. (2001). El mito del desarrollo. Los países inviables en el siglo XXI. Lima: Fondo de Cultura Económica.
Sen, A. (2016). La desigualdad económica. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica.
Stiglitz, J. (2002). El malestar en la globalización. Madrid: Taurus Pensamiento.
Stiglitz, J. (2012). El Precio de la desigualdad. El 1% de población tiene lo que el 99% necesita.Madrid: Taurus Pensamiento.
https://www.bbvaopenmind.com/economia/economia-global/la-economia-la-desigualdad/
https://blog.oxfamintermon.org/desigualdad-economica-en-el-mundo-consecuencias-y-mucho-por-hacer/